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El barrio es el lienzo

Actualizado: 19 ago 2020

Del ‘Vandal’ al grafiti y el muralismo


Uno de los elementos ligados a la cultura hiphop es el grafiti. Uno de sus primeros bosquejos se remonta a finales de la década de los cuarenta, con aquellas paredes pintadas por soldados en la Segunda Guerra Mundial. Uno de los más conocidos es “Kilroy was here (Kilroy estuvo aquí)”, que se refiere a un trabajador en una fábrica de bombas estadounidense que se encargaba de verificar el funcionamiento de las bombas y darles el visto bueno para ser enviadas a la guerra. Los soldados que dispararon esas bombas en Europa escribían el mismo mensaje en las paredes que quedaban en pie después de los bombardeos.


Estas se consideran las primeras muestras de este fenómeno global. 20 años después, en Nueva York se empezaron a ver nombres repetidos por buena parte de la ciudad como Julio 204 o Taki 183, y en Francia surgió el grafiti político como otra fuerza para las protestas de los movimientos ligados al M68. Una de las más recordadas es: “Prohibido Prohibir”. Para conocer más acerca del desarrollo del grafiti en el mundo y su llegada al país visita nuestra historia detallada en este ENLACE.

Bogotá, aprendiendo sobre la marcha


Bogotá se fue viendo permeada por el grafiti como Nueva York y una gran parte de las ciudades del mundo. La periodista y escritora colombiana Maureén Maya en Hablando desde los muros (2015), lo describe como “parte de una realidad humana y social que nos revela, sin ápice de misericordia, los sentimientos subterráneos que reposan en el corazón de la ciudad”.


Desde los mensajes políticos en las universidades, que se veían pintados por las paredes de los campus en los años ochenta, como por ejemplo en la Universidad Nacional de Colombia. Pasando por la llegada del hiphop y el estilo neoyorquino del grafiti en los noventas. hasta llegar a la creación de la primera Mesa Distrital de Graffiti de Bogotá en el año 2012, y con ello, el comienzo de los apoyos y convocatorias abiertas por parte del distrito para la actividad, cuatro décadas de lucha, experiencia y desarrollo.


Este camino ha convertido a la ciudad en un punto de referencia a nivel mundial, en lo artístico, por la calidad de obras que encontramos en Bogotá, y en lo turístico, por la cantidad de lugares a lo largo de toda la ciudad repletos de color, ideas y memoria. Distrito Grafiti (Puente Aranda) o el Corredor artístico de la Calle 26 (Centro) son espacios resignificados, construidos nuevamente, tejidos con arte entre la comunidad.


Pero antes de llegar a la Mesa Distrital de Grafiti de Bogotá, de los grandes murales brindados por el distrito (Macondo o El beso de los invisibles) y el aumento de oportunidades en el marco de lo “legal” para los grafiteros, ocurrió algo que sería punto de inflexión para esta historia, el asesinato de Tripido.



El beso de los invisibles es originalmente una foto de Héctor Fabio Zamora y se volvió uno de los murales más grandes de la ciudad de Bogotá. Foto: Archivo personal.


Otro mural que recuerda problemáticas sociales, en este caso la violencia por parte de autoridades policiales es el que se hizo en memoria de Diego Felipe Becerra, grafitero bogotano conocido como Tripido que el 19 de agosto del 2011 fue asesinado cerca del puente de la Calle 116 con Avenida Suba. Tenía 17 años.


El policía Wilmer Antonio Alarcón, que estaba en servicio en ese momento, le disparó por la espalda. En ese caso hubo un intento de manipulación de las pruebas por parte de compañeros del policía implicado en el asesinato, razón por la cual tres patrulleros fueron condenados por estos hechos. Alarcón fue condenado a 37 años de prisión pero se encuentra prófugo de la justicia desde el año 2016, ya que salió en libertad por el vencimiento de términos en su caso un día antes a la lectura del fallo, y desde ese entonces no dan con su paradero. Así lo dice la familia en este informe de RCN Radio de agosto del 2019.


El lugar donde murió Tripido es ahora un punto de congregación para quienes ven en su muerte una razón más para seguir adelante, un puente en donde la gente recuerda que mataron a alguien por colorear una pared, por expresarse, por tener una lata de pintura en la mano en vez de un arma.



El puente de la 116 con Avenida Suba se convirtió en un corredor de arte y memoria, no sólo por Diego Felipe Becerra sino por todas las víctimas del abuso policial y la injusticia. Foto: Archivo personal.

Cada 19 de agosto hasta el año 2017 se realizó el Tripido Fest, evento desarrollado en distintas localidades de la ciudad como Bosa, Usme, San Cristóbal, Engativá y Kennedy. Además, en esa misma fecha se renuevan los trabajos pintados en el puente de la Calle 116 con Avenida Suba. El movimiento social que generó el crimen de Tripido se vio transformado en la Fundación Diego Felipe Becerra Lizarazo.


Este suceso puso en evidencia la necesidad de buscar una reglamentación que enlazara los frentes que se veían enfrentados con el grafiti y la ciudad, los habitantes y practicantes del grafiti, los entes de control como la Policía y las instituciones administrativas y reguladoras. Se entendió que la reglamentación no debía buscar la prohibición ni regirse de una manera estrictamente punitiva sino, más bien, optar por el camino de la conciliación y pedagogía entre los distintos actores.


El primer paso en este acercamiento fue el Acuerdo 482 del 26 de diciembre del 2011, el cual reglamenta esta práctica por parte de la administración pública. Como consecuencia de esta primera regulación, en 2012 varios grafiteros, en compañía del Instituto Distrital para las Artes (Idartes) y de la Secretaría Distrital de Cultura, Recreación y Deporte se reunieron formalmente en lo que hoy se conoce como la Mesa Distrital de Grafiti. Con encuentros periódicos acompañados de la presencia de más de cincuenta grafiteros de la ciudad, se logró un diálogo bilateral entre los entes reguladores y las organizaciones y grupos de grafiti que culminó con la implementación del Decreto 75 de 2013.


El Decreto 75 “se centra entonces en la pedagogía y en el realismo, proponiendo una norma que pueda ser cumplida y que redunde en la protección de los espacios más relevantes, en la protección del grafitero y de su expresión, y en la protección de la ciudadanía en general”. Un primer marco que para algunos coarta la libertad de expresión artística y que es para otros un paso hacia adelante en la legalización y profesionalización de su práctica.


La sabiduría no tiene color, un proyecto del Colectivo Arto-Arte con la comunidad de San Cristóbal


Años antes de que sucediera este hecho y de que el grafiti estuviera en la opinión pública debido a la muerte de Becerra, la Alcaldía de Bogotá ya empezaba a rastrear y a consignar la complejidad de la cultura hiphop en la ciudad. Específicamente, en el libro Hablando desde los muros, Miradas del graffiti en Bogotá (2015), en el que se logra abarcar una gran cantidad de puntos de vista acerca del grafiti en Bogotá, los artistas, las entidades gestoras y reguladoras, la ciudadanía y las autoridades. En este se habla de una práctica basada en la “corresponsabilidad frente a la construcción del espacio público y la ciudad” que busca un diseño e implemento de estrategias desde los órganos rectores de las políticas de seguridad donde no prime la violencia ni la privación de la libertad para quien pinte, además de adelantar procesos pedagógicos con los grafiteros que fomenten la práctica responsable, una ciudad donde se respete y cohabite con el otro.


Por otra parte, en el 2018 la Alcaldía de Bogotá lanzó la Beca Ciudad de Bogotá Arte Urbano, que entregó 300 millones de pesos a 15 proyectos artísticos para que trabajaran en la ciudad de manera colaborativa con la comunidad donde realizaban sus intervenciones. Además de estas becas anuales, la Alcaldía Mayor de Bogotá, a través de Idartes, realizó una convocatoria de 21 artistas, 13 colectivos nacionales y 8 extranjeros, para lo que denominaron el Distrito Graffiti en la localidad de Puente Aranda. Un fomento al “arte urbano responsable como estrategia para la construcción social de la ciudad” como lo señala el objetivo de la convocatoria, que se puede leer completa AQUÍ.


En este proceso, uno de los grupos que participó fue el Colectivo Arto-Arte, el cual trabaja desde el año 2010 creando y desarrollando procesos con distintas comunidades por medio de intervenciones artísticas en el espacio público desde lo que denominan como “accionismo comunitario”. Específicamente, trabajaron en uno de los muros que facilitó la Alcaldía para el Distrito Grafiti, que buscó pintar la gran mayoría de la Zona Industrial de la ciudad de Bogotá.


Iván Darío, conocido como Maul es un artista visual quien desde hace años participa con este y otros colectivos artísticos realizando talleres, escuelas, cursos y convocatorias de grafiti, los cuales buscan la apropiación, intervención y resignificación de espacios públicos en la ciudad de Bogotá y otras partes del país.


Úteros de agua es un mural que hace referencia a los frailejones (conocidos como los pulmones de los páramos), por su vital función de recolector y protector. La mención del útero alude a la unión entre la naturaleza y el mundo animal. Foto: Daniel González.


Aunque para algunos el grafiti sea otra rama del hiphop, dice Maul que hay personas que hacen grafiti y que no escuchan hiphop. “En mi caso, yo escucho hiphop, pero también punk y ska. Tengo muchas cosas en la cabeza”, dice, refiriéndose a sus gustos musicales. Para este artista urbano, la idea de transgresión (y no solamente desde una noción de gueto o clandestinidad) está ligada con el rap.


Al igual que los demás protagonistas de estas historias, Maul cree en la importancia de trabajar con la comunidad, algo que llama “micro procesos locales”, pues cada Alcaldía local maneja sus propios recursos y cada localidad tiene contextos específicos. En ese trabajo colectivo ha notado cómo se empiezan a tejer redes de comunidades y cómo ellos mismos tienen que convocar a la comunidad, “alentarlos a que participen y se ‘unten’ de arte”.


Estas ideas las construye desde el gueto, que en este caso se refiere aquellos pequeños procesos locales en donde interviene la propia comunidad y se apropia de los espacios en los que cohabitan. “Hay una institucionalización cuando diferentes personas empiezan a reconocerse con un objetivo similar y tienen la posibilidad de manejar recursos públicos” dice Maul, quien considera que en la institucionalización cultural que tiene el graffiti, mediante los procesos locales de creación y transformación del espacio, la marginalidad y la violencia ya solo son recuerdos.


En el 2018, Maul y el colectivo Arto Arte hicieron una intervención en el barrio La Victoria, de la localidad de San Cristóbal. En esa oportunidad, estuvieron con más 100 personas de comunidades de afrodescendientes y población LGBTI, en talleres que tuvieron como finalidad pintar la vía que se encuentra frente al Centro de Desarrollo Comunitario de San Cristóbal, el proyecto se llamó La sabiduría no tiene color.


Por la magnitud y la particularidad de tener la vía pintada, esta intervención se ha vuelto un punto de referencia para la comunidad que habita La Victoria y la Localidad de San Cristóbal. Foto: Archivo Colectivo Arto Arte.

La intervención en el piso fue posible gracias a Color al piso, un proyecto contratado por la Universidad Minuto de Dios para intervenir la plaza central del barrio La Victoria, donde se encuentra la biblioteca. Se hicieron dos ejercicios: el primero fue un taller en el que la comunidad contó sus experiencias con el territorio y cosas positivas de este. “Los invité a que pensaran en imágenes que representaran al territorio y que las dibujaran. Una vez lo hacían, debían pasar su dibujo a la persona de al lado, dando como resultado 15 historias diferentes y a la vez 15 historias colectivas”, dice.


De ese ejercicio salieron las montañas de San Cristóbal, que parecen una mujer acostada, una mujer que lleva una vida en su vientre, ríos y quebradas y mirlas, entre otros elementos que la comunidad son representativos de su entorno. “Una de las palabras que salió de las conversaciones con la comunidad fue “la sabiduría no tiene color” y la propuso un indígena caucano. Entonces, a través de eso se trabajó el segundo taller en un boceto, se presentaron tres y de esos se seleccionó el final, el del muro. Al día siguiente pintamos con la comunidad y estuvimos pendientes de que pintaran en el lugar correcto y se untaran de pintura, replicaran la experiencia artística y ya al final nos encargamos de retocar las partes finales”.


De esta forma, una práctica que en sus inicios se tildó por la opinión pública como una amenaza y como vandalismo, ha ido transformándose para resignificar espacios, recuperar o embellecer un sector, por medio del grafiti.


Otra de las intervenciones de Arto Arte que se encuentran al sur de la ciudad es Conexión Arbórea (2017). Se ubica en un muro de 1.400 metros en la localidad de San Cristóbal y es considerada como una de las obras más grandes de Bogotá, la cual fue pintada en conjunto con los habitantes de los barrios Calvo Sur y Las Brisas. Esto fue “como parte de un trabajo investigativo en el cual se indaga sobre la memoria, la vida y el medio ambiente” dice el mismo colectivo en el videoclip que acompaña este trabajo. Te puede interesar: Conexión Arbórea - El mural más grande de Bogotá.


Estos procesos que se llevan a cabo en los barrios de la mano de sus habitantes, terminan siendo referentes de cambio en el sector, pues es la misma comunidad la que los transforma en un corredor de arte, en un punto de encuentro para rememorar y crear nuevas historias.


Maul prefiere trabajar en las calles, directamente con la comunidad. Sin embargo, no descarta trabajar en la academia. “De las clases que vi en la Universidad y de mi trabajo como monitor académico me di cuenta que preparar una clase de arte es más retador, pues uno tiene que hacer que la gente se exprese y muchas veces eso no pasa, por pura pena. Buscar esas metodologías me llamó mucho la atención”, continúa.


Una de las intervenciones más grandes de la ciudad, que llena de naturaleza y color lo que antes

era un paisaje de ladrillos. Foto: Archivo Colectivo Arto-Arte.

Más de un kilómetro de largo pintado lleno de flora y fauna une a dos barrios y una comunidad completa. Conexión Arbórea se encuentra entre las calles 1 y 2 con Carreras 7 y 6 en la ciudad de Bogotá. (AQUÍ se puede ver en detalle).


Para dar cuenta de estos procesos les presentamos un video de una de las intervenciones del Colectivo Arto-Arte, la cual se realizó en la Estación Primero de Mayo de TransMilenio.

Talleres en comunidad que resignifican y apropian espacios.

Maul - Talleres que resignifican


Rasgos de mi barrio, Somos Importantes


El grafiti y los murales en Bogotá han comenzado a tener una relevancia en la última década con su regulación, tanto así que anualmente se entregan estímulos para que colectivos de artistas intervengan diferentes zonas de la ciudad, en su mayoría barrios con problemáticas sociales.


El proyecto Rasgos de mi barrio, del Colectivo Arto-Arte fue uno de los ganadores de la beca Corredor Artístico TransMiCable 2018 que otorgaron TransMilenio y el Instituto Distrital de las Artes (Idartes) para la creación del corredor de arte urbano ubicado alrededor de la estación de TransMiCable Juan Pablo II, en la localidad de Ciudad Bolívar.


La casa elegida para esta intervención, que además de la fachada se extendió sobre el techo de esta, pertenece a Don Germán, y fue concebida así para que las personas que utilizan el TransMiCable pudieran observar el corredor artístico desde las alturas. Meses después de esta intervención, este hombre afirma haber sentido un cambio en su entorno. “Todo el mundo pasa y dice “no, pues esto cómo quedó de bonito y sí, hay más movimiento”, dice.


Otra de las mejoras para Don Germán es que “todo ese reguero de bultos y de arena que había en la calle lo hicieron quitar”. Este hombre, cuya casa es especial por tener una intervención artística en la fachada y en el techo, es una de las miles de personas que se han visto beneficiadas por los procesos derivados de las actividades ligadas a la cultura hiphop. “Esta semana pasó un montón de gente, turistas y gente de la Alcaldía se pararon allí y se tomaron fotos. Al menos se quitó toda esa mugrera (sic) que había encima y quedó todo muy limpiecito”, finaliza.


Don Germán-Rasgos de mi barrio (Colectivo Arto-Arte) Ciudad Bolívar.

Para ver algunas fotos detalladas de la casa de Don Germán en el barrio Juan Pablo II de Ciudad Bolívar, Bogotá sigue este enlace a nuestra GALERÍA.


Si quieres conocer otras intervenciones del Colectivo Arto Arte en Bogotá explora este mapa.



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